martes, 14 de octubre de 2008

Más abuso contra las mujeres

Por: Lola Salcedo Castañeda

DE CADA 100 COLOMBIANOS DIEZ emigraron, lo que nos remite a un total cercano a los cuatro millones de personas y al 10 por ciento de la población.

Esta población, sin rostro para el Estado, envía un aporte mensual a la familia que sobrevive acá: madres, hijos, hermanos menores, y para más INRI, la mayoría son mujeres. Gracias a ellas el país contabilizó, en 2007, cerca de cuatro mil millones de dólares que, con seguridad, fueron a parar al mercado de bienes de consumo, tales como alimentación, ropa y alquiler. Y coincido con mi par Adolfo Meisel Roca en que lo hicieron con lágrimas, sudor y privaciones en la poco amable vida que llevan los inmigrantes, donde han podido asentarse y que se fueron fundamentalmente porque el Estado no les cumplió en seguridad, trabajo, asistencia social, salud ni educación.

Ahora bien, no es cierto que trague entero ni que me meten el dedo a la boca los gobernadores del Caribe cuando hacen eco de la propuesta del Gobierno de caerle a un porcentaje de esas remesas para invertir en la región. ¡Ay! Adolfo, eres economista y de los mejores, pero yo tenía que asesorarme sobre el tema y ese fue el tiempo que te permitió titular con lastimera frase tu columna sobre el argumento de marras. Titular llamativo pero innecesario, porque tuviste que reconocer que sólo registraba la propuesta. Y tus argumentos no me convencieron, me ratificaron en mi rechazo a tan absurda e inhumana pretensión, que tanto regocijo produjo en nuestros mandatarios departamentales. Ese ¡ay!, tenías que personalizarlo en ellos. Pero dudo mucho que lo hicieras para referirte a Berrío, de Bolívar o Verano, de Atlántico: a los hombres no se les escriben esos titulares, sólo a las mujeres.

Lo que me regresa al punto clave de este comentario. Según los investigadores, como dije antes, la mayoría de las remesas provienen de mujeres que, por razones de género, sufren doble maltrato: como inmigrantes y como féminas: menos paga, mayor exigencia, acoso sexual y, desde luego, los peores empleos. Basta con mirar la industria de la confección en cualquier parte, desde Nueva York a Hong Kong, para comprobar las condiciones infrahumanas como trabajan y viven. Para no referirme a la prostitución impuesta, otra forma de esclavitud que poca atención recibe cuando los grandes dignatarios se reúnen a discutir políticas de migración: los que la reciben, aúllan en contra de los ilegales y los que la proporcionan, como Colombia, sólo tienen ojos para las remesas. Y el Estado colombiano apenas estudia los lineamientos para crear una política integral de migraciones: con el 10 por ciento de su población desprotegida y sobreviviendo en el exterior.

Según la propuesta presentada por el Programa de Ecología Histórica y Movilidad Humana del CES de la Universidad Nacional, es necesario que “se consideren estos procesos migratorios como parte fundamental de las políticas sociales y económicas y de la estrategia de lucha contra la pobreza”. Definen a los migrantes como población altamente vulnerable y conciben la pobreza como característica contextual, no como condición individual, y concluyen que, por tanto, la lucha contra ésta debe ser por la expansión de la libertad.

El Ministerio de Relaciones Exteriores tiene el documento que preparó la Nacional bajo la dirección de Gerardo Ardila, a quien agradezco la información y asesoría. Confiemos en que muy rápido pase a convertirse en una política real y efectiva, que permita a esa mayoría de mujeres regresar con oportunidades de ser personas con derechos o permanecer en el extranjero, pero protegidas y respaldadas por el Estado, sea el gobierno que fuere.

http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/lola-salcedo-castaneda/columna-mas-abuso-contra-mujeres

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